Un día, hace unos tres millones de años, un hombre paleolítico cogió una piedra del suelo y la transformó en una herramienta para cortar, romper o machacar. Aquella supuso la primera revolución tecnológica de la humanidad, de las que posteriormente hemos conocido otras. Por ejemplo, la revolución industrial que vino arrastrada por la máquina de vapor y la locomotora, o la que supuso la aparición de la electrónica e Internet, que desembocó en la llamada sociedad de la información. Pero hay otra gran tecnorevolución en ciernes delante de nuestras narices, una que volverá a cambiar nuestra manera de vivir en una última vuelta de tuerca: la que suponen las tecnologías convergentes.
La nanotecnología (que manipula la materia a nivel atómico), la biotecnología (que aprende de los mecanismos biológicos), las ciencias cognitivas (que exploran el funcionamiento del cerebro) y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), son estas disciplinas que, entrelazándose unas con otras, hacen que el progreso tecnológico vaya a alcanzar su velocidad punta. Sobre las asombrosas novedades que nos esperan trata la exposición Tecnorevolución, que presentan la Fundación Telefónica y la Fundación La Caixa. Se puede ver hasta el 11 de mayo en el Espacio Fundación Telefónica.
“A finales de la pasada década de los 90 la cantidad de inventos y descubrimientos comienza a crecer de forma exponencial. Entonces la Comisión Europea encarga a una serie de expertos unos informes que hacen ver que la nanotecnología se empieza a imbricar con el resto de tecnologías. Esta colaboración hace que el número de avances se multiplique”, explica Javier Hidalgo, comisario de la muestra.
La exposición, que comienza con la explicación de anteriores revoluciones tecnológicas y una breve introducción a cada una de las disciplinas que se interrelacionan, tiene su plato fuerte en los módulos que muestran estas simbiosis tecnológicas. El módulo Mindball es una competición entre dos mentes, en la que, curiosamente, vence la que más tranquila esté. Los visitantes podrán colocarse un medidor de ondas cerebrales, que registrarán las ondas alfa y theta, relacionadas con la relajación. En base a estas mediciones una pelota metida en un tubo se moverá de tal forma que quien más relajado esté le meterá un plácido gol a su contrincante. Otro medidor de ondas cerebrales medirá las ondas relacionadas con la concentración y la relajación para ejercer nuestra puntería en una simulación de tiro con arco.
El Reactable es un instrumento musical electrónico colaborativo que se hizo célebre en 2007 cuando, después de ser inventado por un grupo de alumnos de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, fue utilizado por la estrella de la electrónica Björk. Aquí se puede experimentar con este curioso aparato que, entre luces y efectos de colores, crea música según colocamos piezas sobre su tablero fluorescente. Un robot de los que la industria utiliza, entre otras cosas, para colocar los bombones en sus cajas, juega en la exposición a copiar a toda velocidad el diseño de piezas que realice el visitante.
La última parte del recorrido muestra una comparativa entre el lento desarrollo de la tecnología de las calculadoras (se exponen ejemplares auténticos desde la máquina de Kummer de 1847 a la calculadora Sinclair de 1973) con la fugaz evolución de la tecnología de los teléfonos móviles: en tan solo 15 años hemos pasado de los primeros y aparatosos móviles a los actuales smartphones, que caben en el bolsillo y que, más que un teléfono, son un pequeño ordenador. También se adentra en el terreno del Big Data, la forma de sacar nueva información útil de grandes cantidades de datos: en un mapa de Madrid se aprecia cómo Telefónica, procesando únicamente las llamadas que se realizan en cada zona y a cada hora, es capaz de saber cuáles son los barrios residenciales, industriales o de ocio nocturno.
“Estas nuevas tecnologías tienen una gran repercusión social y la van a tener durante los próximos años”, observa Ignasi López Verdeguer, subdirector del Área de Ciencia y Medio Ambiente de la Fundación La Caixa. “Por eso es muy necesario acercar este conocimiento al público, para que tenga el máximo criterio y pueda participar en unas decisiones que se tomarán en el medio plazo respecto a ellas”, concluye.