La OSG Sinfonietta, ha celebrado este martes su segundo concierto en el Ciclo de Cámara y Lied, que organiza la Orquesta Sinfónica de Galicia en unión de la Sociedad Filarmónica de A Coruña. En esta ocasión afrontó un precioso programa compuesto por las Seis danzas rumanas, Sz 56 de Béla Bartók; Appalachian spring, de Aaron Copland; el Preludio de Irmelin, de Frederick Delius y la Sinfonía de cámara, op. 73 a de Dmitri Shostakóvich.
La limpidez, empaste de sonido y ajuste rítmico se hicieron patentes desde el inicio de las danzas de Bartók, cuya sencillez, gracia y fuerza rítmica crecieron desde la primera a la última de las seis piezas. La suite de Copland fue una preciosa recreación sonora de la Norteamérica virgen a principios del s. XIX y de la aventura y la alegría juvenil de los pioneros representada en su diversidad rítmica, tímbrica y de climas sonoros.
La segunda parte se inició con una versión del Preludio de Irmelin, llena de encanto por sus matices sonoros y su serena placidez: un suave contraste ante la dura avalancha de sentimientos de la Sinfonía de cámara, versión para orquesta de cámara de Rudolf Barshai sobre el Cuarteto nº 3 de su maestro. Aquí, el sarcasmo de su Allegretto inicial se transformó protamente en el dolor creciente del Moderato con moto a partir de los pulsos iniciales de este. La dura dinámica emocional del Allegro non troppo, la honda desolación del Adagio y la creciente tennsión emocional del Moderato final redondearon la más que notable versión de la Sinfonietta y Ethève.
Este dirigió con gran musicalidad y un cuidado primoroso de la dinámica, en pro de la diversidad expresiva de las obras programadas. Asimismo fueron dignos de mención los notables solos de todos los intérpretes de viento-madera, además del violín de Ludwig Dürichen, la viola de Raymond Arteaga, el chelo de Ramón Solsona y el aporte de color del piano de Alicia González Permuy.