Uno es un canario de 29 años que aparece en su quinto grande con la ilusión por las nubes. El otro es un veterano de 49 que ha pasado cinco meses lesionado y conserva las mismas ganas que el principiante. Rafael Cabrera-Bello y Miguel Ángel Jiménez han puesto el acento español a la primera mañana del Abierto Británico. El primero ha firmado una tarjeta de 67 golpes, cuatro bajo par, y el segundo ha entregado una de 68 para colarse ambos en el grupo de cabeza.
Cabrera-Bello ha dado una lección de tranquilidad y autocontrol pese a su menor experiencia. Verse colíder en algunos momentos en la pizarra del Open no deja de impresionar a cualquiera. Pero él ha seguido a lo suyo, concentrado en cada golpe, sin dejar que la cabeza se fuera para otro lado. Así ha acabado con un birdie en el 17 y salvando un par complicado en el 18. “He estado muy sólido, con mucha confianza. Sabía que iba arriba. Y miraba el marcador para disfrutar, pero sin querer meterme presión”, ha explicado. “Es solo el primer día, así que falta demasiado como para ponerme nervioso y crearme expectativas”. Mantiene los pies en el suelo este canario que creció viendo vídeos de Seve en el British y a Olazábal ganando los Masters de Augusta.
También vería Cabrera-Bello durante su infancia a Jiménez, hoy un señor jugador que exprime cada minuto que pasa en el campo. El suyo es el ejemplo del amor por el golf. Cinco meses de baja por una pierna rota, tras una caída esquiando, ahora con el codo del tenista, 50 años que cumple en enero, y ahí sigue dando guerra. Tres birdies como tres soles en los tres primeros hoyos y cinco en la primera media vuelta, manchada en la segunda por dos bogeys. Pero él tan feliz de estar rodeado de los suyos, viviendo el Open como protagonista cuando hace poco estaba en un hospital y además entre los mejores en la tabla. “Yo voy a seguir mientras sea competitivo, jugando con los jóvenes. Tengo ilusión y motivación. No sé hacer en mi vida más que esto. El golf es mi vida, es lo que me gusta, no importa las horas que necesite”. Los médicos le riñeron por caminar sin muletas, por no hacer caso. Él solo quería jugar. Como un niño.